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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Amor y sexo
 

Las Enseñanzas originales de Jesús el Cristo/Amor y sexo


Amor y sexo

Nosotros ya hemos hablado sobre las diferencias entre las personas dependiendo de su edad psicogenética y su progreso en el desarrollo evolutivo. Ahora prestemos atención al hecho de que las personas de gunas diferentes no sólo se comportan diferentemente en la práctica religiosa o en su actitud hacia los Mensajeros de Dios, sino también en las relaciones entre sí, incluyendo las relaciones sexuales. Para las personas de diferentes gunas y para aquellos que están por encima de las gunas, el sexo es muy diferente.

Así, el sexo de las personas de la guna tamas es egoísta y tosco, como estas personas mismas. Ellas se inclinan a las emociones de condenación y odio y pueden odiar tanto al sexo como a sus compañeros, pero, siendo arrastradas por la pasión, siguen «usando» a otras personas para la propia satisfacción.

Esta actitud hacia el sexo se manifiesta en el idioma obsceno ruso llamado mat —el idioma de la guna tamas— en el cual el sexo se presenta como algo sucio y, aún más, como un medio para manchar al otro.

Las personas de esta guna, aunque se lo permiten para sí, condenan y odian el sexo en los demás e incluso están dispuestas a «apedrearlos» por esto.

En el cristianismo terrenal masivo podemos ver una de las manifestaciones de la guna tamas en la doctrina de la «inmaculada concepción» de Jesús por Su madre María.* ¡De este giro de lenguaje resulta que todas las otras concepciones son maculadas! ¿Estarán todos los padres de acuerdo en que sus hijos son un producto de algo maculado?

Los representantes de la guna tamas no pueden entender que el sexo de otras personas puede ser muy distinto, a saber, que no necesariamente es un medio para satisfacer su primitiva pasión animal (denominada «impulso sexual» en el lenguaje científico), sino un medio para expresar el amor, que contiene la belleza de entregarse al otro, así como la búsqueda y el encuentro de la armonía mutua, la armonía de la unión de las conciencias que se aman la una a la otra. En el amor sexual de la guna sattva, las personas realmente pueden aprender a unirse como las conciencias que permanecen en el estado de amor con el fin de, habiéndolo aprendido, unirse con el amado Padre Celestial.

Pero ¿quién es capaz de experimentar tal amor? ¡Sólo las personas del sattva! ¿Y hay un criterio claro para definir quiénes son las personas del sattva? Lo hay: son aquellos que, como mínimo, han aprendido a experimentar el amor cordial, es decir, las emociones del corazón espiritual «abierto». Sin embargo, tales personas son muy pocas.

De lo antedicho se puede ver que para algunos el sexo es un camino para entrar más profundamente en el tamas, y cada nuevo acto sexual es realmente otro paso hacia el infierno para ellos. En cambio, para otros el sexo es un medio a través del cual fortalecen dentro de sí mismos la armonía, la sutileza, la pureza, el amor emocional y la facultad de cuidar al otro. También constituye un entrenamiento para aprender a unir la conciencia en el amor y una parte de los estudios en la Escuela de Dios en el Camino hacia la Unión con Él.

Por eso Jesús dio recomendaciones diametralmente opuestas con respecto al sexo a diferentes personas: a algunos les recomendó restringir su sexualidad, mientras que a otros predicó lo opuesto.

Veámoslo en los ejemplos:

«Ustedes han oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero Yo les digo que cualquiera que mire a una mujer con deseo ya cometió adulterio con ella (…)» (Mateo 5:27-28).

«(…) ¡Quien se casa con la divorciada, comete adulterio!» (Mateo 5:32)

Ahora continuemos con el episodio de María Magdalena, narrado por ella, en el cual se la culpó de adulterio y se la llevó para que Jesús la juzgara:

«Ellos me tomaron y quisieron apedrearme. Yo, pecadora, amé a un varón que estaba casado y tenía tres hijos. Los parientes de su esposa me trajeron a la plaza y empezaron a gritar con voz fuerte: “¡Matemos a la adúltera! ¡Ella profanó la ley!”.

»Entonces vino el Cristo y les dijo: “¡Aquel que se considera sin pecado, que tire la primera piedra!”. Y así hizo (…) que la muchedumbre se dispersara.

»Después Él se me acercó y se arrodilló frente a mí.

»¡Oh Sion! Yo ardía de vergüenza y miedo. Algo sublime estaba ocurriendo en mí. Caí en la tierra y sollocé. Él acariciaba mi pelo y decía:

»“Mi querida hermana, halla las fuerzas para escucharme. Mucho mal existe sobre esta Tierra, muchas mentiras han sido dichas por el malvado. Olvídate de que eres una pecadora y dime, ¿tu corazón vive cuando amas?»

»“¡Vive, Señor! ¡Cuando no amo está muerto!”

»“¡Entonces ama, hermana celestial! ¡Y no peques más, pensando que eres una pecadora!”

»Así es como, hermanos, vi por primera vez a Dios vivo en la Tierra.» (Preguntas de María, 20-27)

Además, Jesús le dijo lo siguiente:

«¡Lo que es pecaminoso en este mundo es virtuoso en el Reino de Mi Padre! ¡La (Verdadera) Vida es la vida de amor, y no de odio!

»Muchos “virtuosos” odian y condenan. Pero Yo les digo: ¡la adúltera que no odia será mejor en el Día del Juicio que un “virtuoso” que condena!» (Preguntas de María, 13-15)

Jesús también explicó a María una regla importante de las relaciones sexuales entre las personas espiritualmente avanzadas: sus relaciones deben ser un secreto entre ellas y Dios. En otras palabras, sólo Dios debe ser el Testigo y Guía de su amor. De lo mismo habló el Apóstol Felipe: «Un matrimonio que está descubierto se convierte en libertinaje (…)» (El Evangelio de Felipe, 122).

María Magdalena llegó a ser una discípula de Jesús y se unió a Su grupo. Hay una descripción importante de sus relaciones con Él:

«(…) La compañera del Hijo (es) María Magdalena. El Señor la amaba más que a todos los discípulos y la besaba a menudo en su boca. El resto de los discípulos, viéndole amando a María, Le dijeron: “¿Por qué la amas más que a todos nosotros?”. Contestándoles, Él dijo: “¿Por qué no les amo a ustedes como a ella?”» (El Evangelio de Felipe, 55).

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Las Enseñanzas originales de Jesús el Cristo
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