Las Enseñanzas originales de Jesús el Cristo/¿Trabajo o parasitismo? ¿Trabajo o parasitismo?Un cuadro típico de la realidad rusa: hileras de mendigos profesionales de pie cerca de los templos ortodoxos. Todos ellos se persignan celosamente, como si estuvieran orando por nosotros (aunque ¿qué valor tienen las oraciones de estas personas parásitas?). Hay muy pocos entre ellos que están de verdad en problemas y realmente necesitan el dinero. Los otros simplemente han escogido el parasitismo como su profesión. Y se les da, puesto que Jesús el Cristo dijo: «A todo el que te pida, dale (…)» (Lucas 6:30). Pero ¿se refería Él a este tipo de «dar»? Él logró todo. Era consustancial al Padre y estaba unido con Él inseparablemente. Quien permanece en este estado no necesita nada terrenal y está dispuesto a aceptar la muerte de su cuerpo con el fin de resucitar completamente en el Padre. El cuerpo para tal Persona no es sino un impedimento, y sólo porque el Padre lo quiere, esta Persona mantiene la existencia de su envoltura material. Jesús no vivió para Sí Mismo, sino para las personas. Les dio todo lo que tenía, todo de Sí, y exhortó a Sus seguidores a hacer lo mismo. ¿Por qué necesitan ustedes algo terrenal? Nosotros estamos trabajando, predicando la Verdad, sanando a las personas, ellas se alegran cuando las visitamos, ellas nos alimentan, tenemos ropa y nos albergan durante la noche o el mal tiempo. ¿Qué más necesitamos en la Tierra? ¡Busquen al Padre entonces! Y no tengan pena de dar a los necesitados lo que ustedes poseen. «(…) No se preocupen por su vida, qué comerán; ni por su cuerpo, con qué se vestirán. Ya que la vida es más que la comida, y el cuerpo es más que la ropa. Miren a los cuervos, que ni siembran ni siegan, no tienen almacenes ni graneros y, sin embargo, Dios los alimenta. ¡Cuánto más valen ustedes que las aves! (…) Miren los lirios, cómo crecen; no trabajan ni hilan, pero les digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vestía como uno de ellos. (…) Así que no se afanen por lo que han de comer o beber, y no estén preocupados (por todo esto). La gente de este mundo busca ansiosamente todas estas cosas, pero su Padre sabe que las necesitan. Así que busquen el Reino de Dios, y todo esto les será añadido. ¡No temas, rebaño pequeño! (…) Acumulen un tesoro inagotable en los Cielos, donde ningún ladrón se acerca (…). Pues donde esté su tesoro, allí estará su corazón también» (Lucas 12:22-34). Es más, un día «(…) un dirigente Le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?”. (…) Jesús le respondió: “Te falta todavía una cosa: vende todo lo que tienes y repártelo entre los pobres (…). Luego ven y sígueme”.» (Lucas 18:18-22) Jesús supo que aquel hombre podía hacer un progreso si se decidía a convertirse en Su discípulo. Pero él no lo quiso y no se convirtió en discípulo Suyo. ¿A quién se dirigía Jesús cuando proponía renunciar a todo lo terrenal? ¿A las personas dignas de llegar a ser Sus discípulos o a todas las personas? Por supuesto, a los primeros. Por ejemplo, una vez Él entró con Sus discípulos en la casa de María Magdalena y su hermana Marta. María «(…) se sentó a los pies de Jesús y escuchaba Su palabra». En cambio, Marta estaba preocupada con todos los preparativos. Luego ella se acercó a Jesús y Le dijo: «Señor, ¿no Te importa que mi hermana me haya dejado servir sola? ¡Dile que me ayude!». Jesús le contestó: «Marta, Marta, tú estás preocupada y ajetreada con tantas cosas. Sin embargo, sólo una es necesaria, y María ha escogido la parte buena que no le será quitada» (Lucas 10:38-42). Pero ¿quién habría alimentado a los invitados si Marta no lo hubiese hecho? ¿Por qué entonces Jesús le dijo estas palabras? Él las dijo para justificar ante Marta la conducta de Su discípula amada María. Y Marta, por su parte, realizó el servicio más alto del que era capaz. ¿Quiénes eran dignos de convertirse en los discípulos más íntimos de Jesús? ¿Los holgazanes y parásitos? ¡No! Jesús esperaba transmitir a Sus discípulos más cercanos el conocimiento superior acerca de cómo conocer al Padre Celestial. Éstas son las etapas finales de la evolución personal de las almas humanas. Y uno tiene que prepararse para éstas desarrollando dentro de sí el Amor, la Sabiduría y el Poder a través de los asuntos terrenales: a través del amor sexual y paternal, a través de proveer para sí mismo y para la propia familia, a través de ayudar a los amigos y a cualquiera a quien pueda ayudar, a través de defender a las personas de los delincuentes, a través de esforzarse por mejorar la vida material y espiritual de todos… Y solamente cuando uno se haya desarrollado en todos estos asuntos exotéricos, llegará el tiempo para el trabajo esotérico serio, cuyo propósito es conocer a Dios Padre y unirse con Él. Sólo unos pocos son capaces de lo último. El resto tiene que perfeccionarse todavía, en primer lugar, trabajando por el bien de los demás, estudiando simultáneamente la religión y fortaleciéndose en la fe y en la ética religiosa. Y sólo aquel que trabaja «es digno de su alimento» (Mateo 10:10). «(…) El obrero es digno de su salario (…)» (Lucas 10:7). Así que, quien trabaja merece el bienestar material: «¿Quién sirve como un soldado a sus propias expensas? ¿Quién planta una viña y no come de su fruta? ¿Quién pastorea un rebaño y no se alimenta de su leche? ¿Acaso digo esto según el juicio humano? ¿No dice también la ley esto mismo? Pues en la ley de Moisés está escrito: “No pondrás bozal al buey que trilla”. ¿Acaso se preocupa Dios por los bueyes, o lo dice más bien por nosotros? Por supuesto, se escribió por nosotros, porque el que ara debe arar con esperanza y el que trilla debe trillar con la esperanza de participar de la cosecha» (1 Corintios 9:7-10). Jesús y Sus Apóstoles no cultivaron trigo ni pastaron ganado ni construyeron casas. Pero ellos sirvieron a las personas con el servicio más alto, aquello que estas personas todavía no podían realizar por sí mismas. Ellos mostraron el Camino hacia Dios. ¡Y por eso merecieron su comida! «¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Son todos maestros? ¿Hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones para sanar? (…) ¡Procuren los dones más grandes, y Yo les muestro un camino aún más excelente!» (1 Corintios 12:29-31) «(…) No comimos el pan de nadie sin pagarlo, sino que trabajamos día y noche (…), no porque no tuviéramos derecho a ello, sino para ofrecernos como modelo a ustedes a fin de que sigan nuestro ejemplo. Pues incluso cuando estábamos con ustedes les ordenamos: “Si alguien no quiere trabajar, que tampoco coma”. (…) Y si alguien no obedece nuestra palabra en esta carta (…), no se comuniquen con esta persona (…). Pero tampoco la tengan por enemigo (…)» (2 Tesalonicenses 3:8-15). «(…) ¡Les rogamos (…) ocuparse de sus propios asuntos y trabajar con sus propias manos, como les hemos mandado!» (1 Tesalonicenses 4:10-12) Todas las personas deben trabajar. Jesús trabajó. Quien no trabaja para ganarse la vida y ayudar a los demás (si puede) es un parásito sin posibilidades de acercarse a Dios. Por lo tanto, la pregunta es la siguiente: ¿debemos estimular el parasitismo en las personas consintiéndoles en esto? ¿Les hacemos daño o les ayudamos a través de esto? Con todo, que nadie concluya de lo antedicho que nunca debemos regalar. Debemos regalar, y no sólo dinero. Ésta es una de las manifestaciones de nuestro amor. Sin embargo, se debe regalar al que es digno de recibir. Esto será un acto sabio. Y recordemos las palabras de Jesús: «¡Bienaventurada la persona que ha trabajado: ha encontrado la vida (correcta)!» (El Evangelio de Tomás, 58).
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