Las Enseñanzas originales de Jesús el Cristo/Arrepentimiento ArrepentimientoJuan el Bautista empezó Sus homilías predicando la necesidad de purificarse a través del arrepentimiento (Mateo 3:2,6). Esto era algo nuevo para Su público, ya que en aquel tiempo los judíos tenían una forma muy peculiar de realizar la «liberación de los pecados». A saber, una vez al año, en tiempo de Pascua, ellos traspasaban simbólicamente sus pecados a los corderos, mataban a estos corderos-«pecadores» como un «sacrificio a Dios» y después de esto comían sus cuerpos. Naturalmente, este absurdo sólo aumentaba su culpabilidad ante Dios. No, los pecados personales no pueden ser traspasados a nadie. Sólo la persona misma puede lavarlos con su arrepentimiento sincero. Justamente el arrepentimiento, que surge después de un autoanálisis intelectual, es el purificador principal del alma. Dios nos «pastorea» constantemente como a Sus ovejas en los «pastos» de la Tierra (alegoría usada a menudo por Jesús) y quiere que nos perfeccionemos con el fin de que lleguemos a ser dignos de enriquecerlo. Esto es lo que constituye Su Vida y la razón de la creación de los mundos materiales. Y Él nunca nos abandonará independientemente de si queremos saber de Él o no, si Lo amamos o no, si nos esforzamos por llegar a ser perfectos y unirnos con Él o no. El acercamiento a Dios mediante los esfuerzos de autoperfeccionamiento trae el Éxtasis verdadero. Son especialmente intensos los primeros contactos con la Conciencia Divina y luego los períodos cada vez más largos de estar en Unión con Él traen el Éxtasis Supremo. ¡Éste es el premio más grande por el progreso en el Camino espiritual! En cambio, si no cumplimos Su Voluntad y marchamos en la dirección opuesta, entonces nosotros mismos nos condenamos a sufrimientos. Estos sufrimientos son un «premio» por la desobediencia. La primera cosa que podemos hacer para liberarnos de los sufrimientos es arrepentirnos. Pero los principiantes en la religión (para quienes Dios todavía no es una Realidad Viva, sino una abstracción), naturalmente, pueden preguntar: ¿y cómo debemos arrepentirnos? Por ejemplo, existe la opinión de que uno debe arrepentirse únicamente delante de un sacerdote y que sólo por medio de él se obtiene la «absolución de los pecados». Sin embargo, la verdad consiste en que no sucede ninguna «absolución de los pecados». Es un enfoque completamente equivocado para abordar este problema. El problema del arrepentimiento debe ser analizado más en serio, es decir, en los términos de cómo liberarse de los defectos y no de cómo pedir perdón. Por consiguiente, el mecanismo de arrepentimiento debe ser diferente. El rito de la iglesia anteriormente mencionado sirve sólo para los niños, para los principiantes en la religión o para los adultos poco inteligentes. En algunas iglesias protestantes, el proceso de arrepentimiento está mucho mejor organizado. A saber, después de la preparación pertinente, los creyentes se arrepienten directamente ante el Dios Vivo sin intermediarios. La solemnidad de esta situación y el apoyo de la congregación entera contribuyen a la intensificación de las emociones de arrepentimiento. No obstante, no todas las personas tienen acceso a tales comunidades o a consejeros espirituales verdaderamente sabios que puedan explicar de qué uno debe arrepentirse y cómo. Por ende, examinemos el esquema principal del arrepentimiento independiente. Primero, es necesario encontrar las respuestas a las preguntas fundamentales de la filosofía religiosa, tales como qué es Dios, qué es la Evolución y en qué consiste el significado de nuestras vidas y el de todos los otros seres encarnados. De aquí nos quedará absolutamente claro por qué debemos trabajar sobre nosotros mismos, qué ideal debemos tratar de alcanzar, qué cualidades cultivar en nosotros y de cuáles deshacernos, qué es un verdadero defecto y qué es sólo considerado como tal por las personas, pero no por Dios. Para este propósito, es bueno empezar a estudiar las palabras de Jesús Mismo y aprender a distinguirlas de aquello que la gente ha inventado con relación al cristianismo. Pues Jesús Mismo dijo: «(…) ¡Aprendan de Mí! (…)» (Mateo 11:29) Llamo su atención sobre el hecho de que a veces en algunas prédicas se puede oír la afirmación según la cual los «10 mandamientos» dados por Dios a las personas a través de Moisés son los «mandamientos del Cristo». Si usted se encuentra con semejante predicador, apártese de tal persona, ya que ella no entendió nada, pero aun así trata de enseñar a los demás. En realidad, Jesús el Cristo nos dejó Enseñanzas sobre Dios y sobre el Camino hacia Él que son mucho más ricas que el Antiguo Testamento entero y que constan de decenas de consejos-mandamientos. Y una cosa más: si alguien piensa que es bueno tal como es y que no hay por qué cambiar, entonces esta persona se encuentra tan lejos del trabajo espiritual que no tiene ni la más mínima idea sobre este trabajo. Pues todos —principiantes y adeptos altamente avanzados— pueden encontrar en las Enseñanzas de Jesús pautas para mejorarse. Ahora hablemos del autoanálisis. Lo que las personas llaman pecados no es lo principal. Los pecados no son nada más que las manifestaciones de nuestros defectos (o imperfecciones, rasgos defectuosos del carácter, cualidades negativas del alma, etc.). Los pecados ayudan a reconocer los defectos, pero es contra los defectos que debemos luchar, y no contra los pecados. Y éste no es trabajo de un día; por el contrario, para transformar el alma, limpiándola de las malas cualidades e implantando las buenas, se requieren años de arduos esfuerzos. Para discernir mejor uno u otro defecto dentro de uno mismo, es conveniente recordar todas sus manifestaciones ocurridas en el pasado, es decir, todos los pecados que fueron cometidos desde la niñez debido a este defecto. Cuando tal trabajo esté cumplido, es posible que Dios nos conceda la oportunidad de mirar las encarnaciones anteriores para encontrar las raíces de los defectos allí. El proceso de descubrir los defectos y recordar los pecados específicos debe acompañarse con el arrepentimiento emocional sincero. Sin embargo, si durante este proceso usted sufre debido a la autocompasión a causa del castigo futuro, usted está en el camino equivocado. No debe sentir compasión por usted, sino por sus víctimas, todos aquellos a quienes hizo sufrir física o emocionalmente. Y luego es necesario revivir mentalmente cada situación en la cual se cometieron errores, pero esta vez actuar allí de una manera correcta. Si es posible enmendar el error de alguna manera —por lo menos, parcialmente— es indispensable hacerlo. Si alguien pide perdón a Dios, pero ignora una posibilidad real de enmendar su error, no debe esperar resultado positivo, ya que tal arrepentimiento no puede ser considerado sincero. Nada puede sustituir al arrepentimiento. Esperar que uno pueda liberarse de los defectos a través de la meditación o diversas técnicas «catárticas» es un error. Aun si una persona obtiene la posibilidad de entrar en los eones del Espíritu Santo y experimentar al Padre, esto no «quemará» sus defectos y ellos seguirán manifestándose. Lo que estoy diciendo no es una suposición, sino un hecho. Por eso les aconsejo tener precaución con diversas «innovaciones» que aparecen en el ámbito espiritual. Por ejemplo, me he topado con un método para «liberarse de los defectos» que consistía simplemente en gritar los propios defectos durante mucho tiempo. Otro método absurdo que conocí fue inventado por un «pastor» ruso que trabajaba como instructor en un comité regional del partido comunista antes de la Perestroika. Él predicaba: «¡Maten a las arañas! ¡Ustedes serán absueltos de 40 pecados por cada araña que maten!». Es mejor apartarse de tales tontos para no convertirse en ciegos guiados por otros ciegos (Mateo 15:14). Haciendo un resumen de este capitulo y de los capítulos anteriores, quiero repetir las conclusiones principales: Las personas no caen en el infierno no terrenal debido a sus actos concretos, sino debido al hábito, formado en la Tierra, de permanecer en los estados de conciencia infernales. En cambio, los actos concretos que causan daño injustificado a otros seres vivos predeterminan para tal persona un infierno en la Tierra. El primer e indispensable método para salvarse del infierno futuro es el arrepentimiento que consiste en la búsqueda de los propios defectos (imperfecciones, cualidades negativas, etc.) que provocan errores éticos (o pecados) y en el remordimiento sincero, cuya base es la empatía con las víctimas de estos errores. El propósito del arrepentimiento no es conseguir perdón, sino liberarse de los defectos. La segunda cosa que un practicante debe hacer al comienzo de su trabajo espiritual es refinar la conciencia. Este proceso empieza con la regulación de la propia esfera emocional a través de refrenar las emociones groseras negativas y fomentar las sutiles positivas, acostumbrándose de esta manera a los estados de la conciencia paradisíacos en lugar de los infernales.
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