Las Enseñanzas originales de Jesús el Cristo/«Minorías» «Minorías»Aquellos que tienen una actitud despreciativa hacia el sexo opuesto sin duda tendrán el cuerpo de este sexo en su próxima encarnación y estarán en un ambiente social de tal bajo nivel de desarrollo que los hará experimentar plenamente una actitud semejante hacia ellos. Lo mismo sucede con el factor nacional, confesional, con el problema de las «minorías sexuales», a saber, aquel que desprecia u odia a las personas porque ellas no son «como yo» o «como nosotros» será enseñado por Dios a ser compasivo con el dolor ajeno a través de su propio dolor. Ésta es una de las reglas que muy comúnmente Dios aplica para educarnos. Por esta razón Él crea cuerpos de diversas «minorías», para encarnar en éstos a los pecadores que no las aceptaban. Nuestra tarea es, a través de todo esto, aprender a no dividir a las personas en «los nuestros» y «los ajenos» por cualquier rasgo que sea. «¡Todos somos hijos de Dios!», esto es lo que Él nos enseña. «(…) No hay ninguna diferencia entre un judío y aquel que no lo es, porque el mismo Señor es el Señor de todos los que Le invocan» (Romanos 10:12). Lo mismo pasa con cualquier rasgo de apariencia humana externa. Con todo, existe un índice esencial para evaluar a las personas. Es la guna en la que ellas se encuentran. Hay que amar a todos, pero de manera diferente según el caso: a algunos, con amor-devoción y respeto, a otros, como amamos a los niños o a los amigos y a otros, con amor-compasión. ¡Pero nunca se debe odiar o mostrar desdén hacia nadie! «Así mismo actúa el discípulo de Dios. Si es sabio, comprende el aprendizaje. Las formas corporales no le engañarán, sino que mirará el estado del alma de cada uno (cuando) hable con esta persona. Hay muchos animales en este mundo que tienen apariencia humana externa. Cuando los reconozca, a los “cerdos” les echará “bellotas”, al otro “ganado”, “cebada”, “paja” y “hierba”, a los “perros”, “desechos”, a los esclavos les dará “brotes” y a los “niños”, lo perfecto» (El Evangelio de Felipe, 119).
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